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Nº2 PARA COEXISTIR DESDE UNA INTIMIDAD EDUCATIVA LIBERADORA


SALUDO

Una segunda nota de este piano y así gota a gota, verso a verso vamos formando más y más acordes. Desde esta ventana abierta a la vida y a la salud, seguiremos gritando nuestros silencios, compartiendo nuestra belleza y nuestra verdad, dejando caer las palabras como rocíos persistentes sobre la rigidez, el temor, el sometimiento, la negación, el desamor y la inexistencia, hasta quitar todo el ”espesor” que sobra y separa el ser de sí y al yo del tú.

PAC.

PERCEPCIÓN DE NIÑOS, NIÑAS Y JÓVENES CON TEA COMO “MAESTROS Y MAESTRAS” DEL COEXISTIR

(Una aventura reflexiva necesaria)

Patricio Alarcón Carvacho

Los “maestros y maestras” del cambio coexistencial

Personas etiquetadas con el diagnóstico de TEA, son portadores de una señal de cambio sistémico, son el “faro” que ilumina la oscuridad que ha invadido transgeneracionalmente a la familia a la que pertenecen. Son salvadores y ordenadores, hologramáticamente designados, para la recuperación de la salud y la felicidad sistémica coexistencial. Son los decodificadores del inconsciente sistémico transgeneracional, los portadores del cambio a nivel del alma, son la clave que conduce al tesoro del mapa familiar, son el mensaje misterioso y aparentemente críptico de lo que debe hacerse para sanar y establecer las órdenes del amor y de la ayuda, son la presencia de los omitidos, los redenteros del , los emisarios , los purificadores, los inmolados, los recordadores de todos los olvidos, los reparadores de todo daño, las abluciones, los portadores del beso de la vida.

Su presencia es un grito desesperado de socorro, no para él, sino que para toda la humanidad, usan los recursos psicobiosocioespirituales que poseen en su condición de niños, de jóvenes o adultos, para encender las alarmas y activar las “sirenas”. Son la “posibilidad”, que algunos llaman “enfermedad” del profundo cambio, a través del infinito, diverso y dinámico espacio-tiempo, de todos los coexistentes planetarios.

Desde esta óptica, los “moduladores” del necesario cambio para el coexistir en el amor, la libertad, la felicidad y la salud:

  1. Nos obligan a intentar a comprender lo incomprensible del otro, en un mundo de incomprensión permanente y transversal.


  1. Nos convierten en un afán la búsqueda de la mirada del otro, en un mundo donde la comunicación pupilar está en retirada.


  1. No impulsan a liberarlos de monomanías y fijaciones, en un mundo de esclavos de innumerables obsesiones.


  1. Nos comunican su permanente insatisfacción y carencia de competencia para existir, en un mundo de inexistentes.


  1. Nos convierten en tortuoso e incomprensible el vivir en algún grado o dimensión detrás del mundo de la realidad, en un mundo de enajenados.


  1. Nos transforman en desesperación e incomprensión su tendencia a habitar la mayor parte del tiempo en el dominio semántico o mapa de existir, en un mundo donde el otro abandona paulatinamente el “territorio del existir”, para conectar mentalmente con otros- virtual, otros-estándares y otros-semánticos.

  2. Nos hacen difícil la tarea de explicitarles amor, en un mundo donde el amor agoniza y se imponen patrones estereotipados y asociados al consumismo.


  1. No irritan sus rigideces, en un mundo carente de flexibilidad y de asombro, donde las existencias se hacen cada vez más predecibles y carentes de la plasticidad, que es requisito y característica de todo ser considerado vivo.


  1. Nos generan desesperación por enseñarles modos funcionales de comunicación, en un mundo incomunicado, especialmente con el ser del otro.


  1. Con su silencio de lenguaje sin palabras, movilizan especialistas, dispositivos y programas, en un mundo lleno de bulla lingüística y de hablas instrumentalizadas y sin sentidos.


  1. Nos agotan la tolerancia, con su percepción eidética de la realidad, en un mundo sobresaturado de imágenes impuestas por los sistemas de poder económico y moral.


  • Nos desesperan, con su apego a la verdad explícita, en un mundo sobrepoblado de mentiras e ironías implícitas.


  1. Etcétera.


El principio holográmico, es uno de los principios propios y originarios, presente en la creación y fluir de toda realidad, por ello en lo cotidiano existe una relación tan directa entre: amor, felicidad, salud y conexión consciente, del todo con las partes y de las partes con el todo. El complexus o tejido de acciones y retroacciones, siempre ha estado vigente en el silencio inmutable de su perfección, teniendo como dirección propia y natural: el bien, la verdad, la belleza y la unidad. Unidad sinónimo de “coexistencia plena”, de la eco-existencialidad imprescindible para la felicidad auténtica.

Estos “encomendados” son la suma de todas nuestras-propias-ajenas negaciones acumuladas por décadas y siglos, son el recordatorio vivo, de todo el desamor esparcido en tantas vidas, de las renuncias acumuladas al amor y al existir. Son la presencia resumida, de todas las transgresiones dentro de nuestro linaje, a nuestra dignidad y libertad. Son la expresión viva del “resultado” de nuestra inconciencia hologramática, de nuestra irresponsabilidad coexistencial, de nuestro olvido cotidiano, respecto a que el más pequeño de nuestros gestos y pensares moviliza el universo, en la dirección de la intencionalidad de ese hacer y pensar.

Dejemos de buscar la respuesta en la parte desconectada y busquémosla en el todo integrado que conecta todas las partes. No busquemos más las etiologías en otro-separado, porque esa opción no existe, busquémosla en nosotros-todo-integrado, donde ese otro siempre es parte-integrada de ese todo.

Dejemos de buscar la falta que sólo está en nosotros y veamos al que es, por lo tanto, sin falta en la perfección plena de su completud constante, no al que fue o debería ser, que constituyen sólo otra modalidad de negación de la otredad, posiblemente la más parecido al no-amor. Veamos en cada “presente vivo[1]” al que es, en cada uno de esos presentes, aunque seamos nosotros los que debamos hacer el esfuerzo de aprender a ser donde, cuando y con quién somos.

Al menos compartamos con ellos esa tarea, no los dejemos con toda la responsabilidad de aprender a coexistir. Teniendo muy presente el imperativo de que no es posible que el otro sea sin que yo sea primero. El lema adecuado debería ser “la caridad empieza por casa”, dejemos de jugar al no existir mediante el autoengaño de procurar y luchar porque los otros existan. Por tanto el mejor modo de preparar a docentes o padres que conviven con otros con diagnóstico de TEA, es tan simple y complejo a la vez como enseñarles a existir y coexistir. Y ¿Dónde están los mejores maestros inspiradores y orientadores para ese aprendizaje?, precisamente frente a ellos, en esos otros “maestros mensajeros del coexistir”, que en cada gesto, en cada negación de la mirada, en cada crisis, está explicitando a gritos: yo soy tu espejo, sólo reconociéndote, sólo “dándote cuenta”, puedes dar el primer paso hacia el infinito camino de coexistir.

Por tanto, la mirada negada de un otro diagnosticado con TEL no es esquiva, sino difícil, porque requiere de toda la verdad y la conexión con nuestro ser, requiere de la capacidad de encontrar en esos ojos, nuestro propio ser. Más aún, requiere de la capacidad de encontrar en esos ojos, el ser de todos los seres existidos y por existir, en definitiva la gran meta transpersonal es ver en esos ojos lo visto por todos los ojos.

Sin duda que ver el todo en una parte, es un tipo de inteligencia y habilidad humana difícil de alcanzar, pero es al mismo tiempo imprescindible para liberarse de lo que Edgard Morin denominó “inteligencia ciega”, haciendo referencia con ello, a las limitaciones que el paradigma de la simplicidad ha generado en nuestras capacidades originarias, de coexistir desde la recursión, la hologramáticidad y la dialógica.

Sólo cuando al mirar los ojos de un niño o niña se vea a todos los niños y niñas, transitando de una mirada diseccionadora a una mirada holo-integradora, esos niños y niñas, al fin nos devolverán la mirada. Esos ojos no están dispuestos a ser confundidos con espejos para no verse en la simultaneidad de la mismidad y la otredad. Esos ojos no quieren más miradas que comparen y nieguen lo mirado, sólo quieren ser visto en la perfecta complejidad de su ser único-universal.

Para ver a otro, se requiere como primer paso, quitar el “espesor del mundo” que nos separa de nosotros mismos, entiéndase: prejuicios, desconfianzas, creencias negativas sobre sí y los demás, sentimientos tormentosos, controladores, descalificadores, intra-mentales. Sólo después de superar este desafío se puede dar el segundo paso, quitar el “espesor del mundo” del otro interactuante, para que en esta desnudez ontológica plena, se produzca el encuentro primario y originario de dos seres. ¿Cuál es la oportunidad que nos regalan estos mensajeros del cambio coexistencial?: encontrarnos con ellos en el coexistir sin “espesor”, en la desnudez expuesta de la plenitud de su ser.

El contacto físico, ocular, sonoro o lingüístico que rehúye el otro diagnósticado con TEA, es precisamente a las “costras del no ser” de sus interactuantes, es un modo de recordarnos la necesidad de quitarse ese espesor para poder alguna vez tener un “verdadero” contacto con otro.

La tarea es existir y coexistir, eso es lo que no recordarán sin claudicar los “mensajeros”, su problemas es mucho más que neurobiológico o psicocomunicacional, es un problema existencial y coexistencial, es el modo en que ellas y ellos nos reflejan el hábito de no ser con nosotros y los otros.

Los intentos más intensos y donde se concentra la mayor cantidad de energía y de recursos es conocer la causa de lo que podría denominarse, síntomas, signos, conductas al límite o al margen de los “estándares” de “normalidad”, “domesticación”, “adaptación”, “pérdida de dignidad”, “sometimiento”, etc.

Esa búsqueda ha sido errática, confusa, incompleta y ambigua, el motivo principal es porque se ha hecho con cierta intencionalidad neurobioquimica, por tanto sesgada y fragmentada y en el dominio equivocado o impreciso. En una de las partes del todo y dentro de la pragmática de la ciencia oficial, entiéndase aquella que genera más “dividendos” económicos a los sistemas de control e influencia social.

Desde la convicción que “desde lejos se ve mejor”, se sugiere el camino de la holo-cosmovisión, del auscultamiento, sin restricciones teóricas y fundamentalistas, la lectura con una mirada siempre nueva y con el asombro intacto, del tejido del “mapa” coexistencial-transgeracional, hasta encontrar el “tesoro” o respuesta que ilumine los rincones oscuros y los puntos ciegos mantenidos a través del tiempo en el coexistir-familiar-planetario.

La propuesta es descubrir mediante la lectura de ese mapa coexistencial, las “perturbaciones sistémicas” generadas por experiencias pseudo-coexistenciales y/o anti-coexistenciales, encontrar el impacto de esas “desconexiones hologramáticas” en la modificación de la direccionalidad natural de esa maraña, originalmente generada y destinada para el fortalecimiento universal y transgeneracional del coexistir plenamente sano y feliz del todo y la parte. Principio sustentado en el ejercicio, también natural, de la libertad y del amor, que en definitiva comparten la misma y única raíz.

Ese es tal vez el principal sentido de estos “maestros-viajeros coexistenciales” de la liberación y del amor, muchos y muchas a través de la historia lo han intentado, sin embargo el mundo continúa viendo más cerca de la no-liberación y del no-amor.

Estos “maestros-alertadores”, “maestros-perturbadores”, “maestros-desordenadores”, vienen a generar el cambio trasladándolo desde lo macro-social a lo micro social, desde lo “institucional” a lo familiar, desde lo lejano-desconectado, a lo cercano-conectado. Se han instalado prójimanente en nuestro día a día, para dejarnos sin opción a enfrentar la tarea de liberarnos y liberar, de amarnos y amar, como un escudo íntimo constante e invulnerable a las influencias “externas” anti-libertad y anti-amor.

Estos “maestros- mensajeros” son el reflejo exacto de nuestras carencias, esclavitudes, cegueras, en definitiva de todo aquello que nos conduce hacia la no-vida. Nos afanamos es mirarlos y estudiarlos a ellos, buscándole más deficiencia que virtudes, negándonos a aceptar, que debemos invertir la mirada y direccionarla hacia nosotros, lo que vemos en ellos son nuestras faltas, lo que no nos atrevemos a cambiar por miedo a la libertad, al amor y a la coexistencia.


Algunos aprendizajes elementales para coexistir con niños, niñas y jóvenes con TEA

  1. Aprender a complejizar el lugar de la búsqueda, ir más allá del cerebro, más allá de la neurología y la psiquiatría clásica. El comportamiento humano y su multidimensionalidad, se explica con algo más que con sinapsis neuronales.

Sobre todo ahora, en quelo otro, lo social, lo interaccional, cobran un valor cada vez más relevante en las neurociencias. Con los estudios sobre la epigenética de Bruce Lipton, con la nueva propuesta para el estudio de la mente de Daniel Siegel a partir dela creación de neurobiología interpersonal, la biología de la entrega de David Hawkins, además del auge creciente de teorías como las neurociencias sociales creada por John Cacioppo y Gary Berntson , la biología del amor de Humberto Maturana, la teoría del cerebro social propuesta por el antropólogo británico Robin Dunbar y del mindfulness creado por Jon Kabat-Zinn. Todas estas propuestas más integrativas, han tendido a supeditar el funcionamiento de nuestras células y de nuestro cerebro a factores emotivo-relacionales.


  1. Aprender a poner la mirada en el “contexto”, entiéndase éste como de las acciones y retroacciones en que se teje el complexus o maraña coexistencial. Se sugiere en esa búsqueda, ampliar el lente, que está demasiado focalizado en el niño o niña y redireccionarlo especialmente hacia nosotros y hacia la historia de interacciones transgeneracionales, leer “el mapa familiar”, desde una holomirada, amplia y articulada, que empiece por develar las órdenes del amor y de la ayuda[2], los “traumas transgeneracionales”, los mandátos, secretos y “coreografías” desde una lectura familiar lo más amplia posible.


  1. Aprender a iniciar la búsqueda de sí mismo, mediante el acto emancipador de abandonar hábitos comparativos (especialmente diagnósticos), búsqueda que conlleva concluir con solipsismo excluyente de los otros. Sólo sí me encuentro puedo colaborar en que otro se encuentre consigo. Este viaje a la mismidad es la puerta imprescindible y mágica que nos abre la puerta hacia la otredad. Sólo encontrándome encuentro, sólo amándome amo, sólo conociéndome conozco, sólo empoderándome empodero, sólo existiendo coexisto.


  1. El cuarto paso práctico y posiblemente el más difícil es asumir que para generar cualquier cambio “sanador” o “enfelicidador”, debe producirse antes en él que intenta generar dicho cambio. Por tanto, el mejor trabajo para abordar esta tarea, es ocuparse aquí y ahora de potenciar la propia salud y la propia felicidad.


  1. Aprender a experimentar el “goce coexistencial”, que tiene su equivalencia en lo que Edgard Morin denomina “poesía de la vida” y en alguna medida con el “instante profundo” de Violeta Parra, “momento perfecto” de Jean Paul Sartre y “experiencia cumbre” de Abraham Maslow, que se puede comparar utilizando un ejemplo de la teoría del color cuando el verde y el amarillo, se encuentran en la intimidad del verde. Ese verde surge como tal, sólo porque el amarillo y el azul no dejan de ser quienes son. Es un estar idéntico al amor incondicional, estar con otro porque sí, en absoluta gratuidad, en absoluto “presente vivo”, todo ser-siendo, todo ser-estando, sin ningún debería o comparación en la mente, habitando plenamente el “territorio”, siendo otro-espejo donde el otro se siente visto sin ninguna falta o agregado, solo visto en lo que es, en ese aquí y ahora. Cuando se cruza ese umbral se holo-experimenta de que se está en el mejor lugar, en el mejor tiempo y con la mejor persona, entonces brota espontáneamente, la maravilla del “goce existencial”.


  1. Aprender a desarrollar y aplicar destrezas para generar intimidad coexistencial[3] , como por ejemplo:

  2. La capacidad de “hacer silencio menor[4]”, o capacidad de saber “ser- estar” donde se es y se está, destreza cuyo desarrollo se ha popularizado a través del minfulness.

  3. La capacidad de saber no contaminar al “otro” con el propio “yo”, ni el “yo” con el “tú” del “otro”, destreza que se conoce como “saber amar” o capacidad para autolegitimarse ecosistémicamente a sí mismo (mismidad validada) y al otro (otredad legitimada).

  4. La capacidad de generar con los otros diferentes tipos de intimidad, evitando con ello caer en la automatización mecánica y monotemática. La intimidad se compara con los colores del arco iris, se pueden generar en el coexistir tantos tipos de intimidad como colores se pueden generar combinando los siete colores fundamentales del arco iris.

Reflexión final

La invitación final es entrar al baile de la coexistencia, dejando fuera del salón todas las vendas que no nos permitan ver el ser de estos necesarios maestros del existir.

A este, aparentemente paradojal maestro de la coexistencia, hay que aprender a verlo como a otro, no como extraño a nuestras expectativas de su ser, no como un “enfermo”, “distinto” o “especial” en relación a los estándares de salud biopsicosocial, no como un “otro difícil” en relación a todos los indicadores de “otro fácil” de acuerdo los “modelos mentales” y “deberías” insertados y aceptados través de una historia educativa y cultural; normógena, competitiva y homogenizadora.

Hay que aprender a verlo como un “otro original[5]” como otro que nos comunica y nos relaciona con nuestro origen, con ese origen conectado con el amor a la vida, con ese origen contactado con la ecología profunda, con el respeto por el otro y lo otro y con. En definitiva con todo lo que conecta con lo esencial de nuestra naturaleza humana. Naturaleza que es movida en una sola dirección: la vida y que para poder sintonizar con ello y poder en operar en la cotidianidad en coherencia con ella, debe previamente realizarse un amplio y profundo proceso de desaprendizaje de todo aquello que nos aleja y nos separa de nosotros mismos y de los otros, en especial de la libertad propia, de las libertades de los otros, que son en definitiva co-libertades, imposible de alcanzar si antes darse cuenta que desde generación tras generación con métodos que han tenido una evolución constante a a través de la historia de la humanidad, nos han hecho convertir nuestra “esclavitud” en “libertad[6]”.

Entonces, ¿qué hacemos con la migración constante y creciente de maestros del coexistir y por ello de la libertad?, ¿qué hacemos son su resistencia a la domesticación y a la estandarización?

Lo que la mueve en esa agua que fluye en un permanente presente, es el amor, la libertad, la salud, la belleza, la felicidad, la verdad y el bien. Por esta razón primaria que las unifica, todas ellas son sinónimos y mutuamente dependiente, una sola gota de las otras que le falte a alguna de ellas la convierte en pseudoamor, pseudolibertad, pseudosalud, pseudobelleza, pseudofelicidad, pseudoverdad y pseudobien. Agregar de algún modo ese prefijo es el objetivo de los sistemas de control e influencia social, que intentan someter la humanidad, mediante el temor, la desconfianza, la desesperanza, el aislamiento la expulsión del otro. Unidimensionalidad [7], que reduce la complejidad e ilimitadas posibilidades de expresión y de satisfacción de nuestras necesidades intra, inter y transpersonales, a una sola: a la del comprador obediente y compulsivo de cosas, ideas, valores y formas de “amar” y “ser”, que nos ofrece el “mercado” orientado a convertirnos en “sujeto disciplinado[8]” y “sujeto del rendimiento[9]”

El modo de liberarse de esa influencia, control y patrón extra e intrapersonal que nos convierte en otros sometidos, dependientes y cansados, es aprender a conectarse con el gozo de la coexistencia del otro, a aprender a validar a la otredad como el nutriente que nos permite coexistir sanos y felices, desclavizándonos de nuestra necesidad de excluir al otro, incomunicándonos y sumergiendo en mundo virtuales, irreales y sosteniéndonos en monomanías y adicciones, todas herramientas para sumergirse en patrones de desconexión con los otros: egotismos, narcisismos, autismos, psicosismos, neurotismos.

Es urgente mirar a los otros-espejos que reflejan todo lo que nos negamos ver, es la posibilidad de detener nuestro avance incesante hacia el abismo de la inexistencia, que aún no percibimos por tener los ojos fijos en nuestro celular.

Aprendamos a mirar esos ojos que no nos miran, para hacer consciente lo que hemos perdido, para experimentar el esfuerzo que implica, volver al origen de estar integrados y presentes para los otros.

Estamos a un paso de satisfacer todas nuestras necesidades sin el otro. Cuando lo logremos ya no necesitaremos la comunicación pupilar, no tendrá sentido ver al otro aquí y ahora, y por tanto tampoco tocarlo o escucharlo, el otro-real está siendo gradualmente reemplazado por un otro-virtual.

Cada vez se hace más difícil, distinguir entre un otro-existente y un otro-no existente, con ello la coexistencia se va convirtiendo gradualmente en un hábito en retirada. La intimidad donde dos se nutren y fortalecen su yo, donde la condición para que esto suceda, es precisamente dicha intimidad nutritiva. Se reemplaza por una pseudointimidad, en donde el otro sobra o es un extraño y el “yo”, donde el otro se extingue o se hace cada vez más invisible y borroso a la sombra o espesor de un no-yo, creado a la medida de los “sistemas vidafóbicos”, que han hecho de la deshumanización y de la exclusión del otro sus principales estrategias de “enriquecimiento” y de “poder”.

Entonces aprendamos del rol especular de estos inmigrantes que nos visitan en número cada vez mayor, para reflejarnos y hacernos consciente esta realidad y hábitos para los cuales estamos cada día más ciegos.

Ya no es necesario continuar con nuestro aislamiento podemos acercarnos y aproximarnos al otro, mirarlos a los ojos. Cuando el otro co-aparece, se coexiste, se co-ve y se acaba la soledad, se acaba el miedo, se acaba la inseguridad, entonces ya no es necesario usar disfraces para aparecer en la vida, para poder ser visto, para poder ser notado, para arrastrar preocupaciones o para simplemente, como es costumbre desaparecer.

Ya no es necesario escapar del escenario de la vida, haciendo mutis por el foro, podemos abandonar el miedo de no ser visto, de ser comparado de ser visto como otro que no soy, o simplemente como alguien que no “es”. Podemos cruzar el espejo de regreso a la existencia hacia el nosotros que incluye recursiva y validadamente al yo y el tú.


Bibliografía:


Alarcón, P. Pedagogía de la coexistencialidad. Editorial Re-Kreo, Santiago de Chile. 2010.

Alarcón, P. Coexistencia y Educación.Editorial Cuarto Propio Santiago de Chile. 2015.

Alarcón, P. Diagnóstico y antidiagnóstico de las capacidades de aprendizaje. Revista de Educación N° 96, Santiago de Chile.1981.

Alarcón, P y L. Reyes. El niño etiquetado. Revista de Educación N° 103, Santiago de Chile.1983.




[1] Edmund Husserl


[2] Para profundizar en dichas ordenes se recomienda revisar los libros: “Las órdenes del amor” y “Las ordenes de la ayuda” de Bert Hellinger.


[3] Concepto desarrollado en mayor profundidad en los textos: “Coexistencia y Educación” e “Intimidad educativa coexistencial” de Patricio Alarcón.


[4] Ismael Quiles


[5] Que es en definitiva el único modo en que se puede “ver” al otro,


[6] Paradojalmente, puede ocurrir que muchos caudillos y grupos que luchan por la libertad, los estén haciendo sólo por otro tipo de esclavitud o por un tipo de “libertad” o más bien pseudolibertad que está supeditada a un orden y modo de pensar y hacer pre-establecido.


[7] que es desarrollada extensamente por Herbert Marcusse en su libro el “Hombre Unidimensional”


[8] Miche Foucault


[9] Byung Chul-Han





REFLEXIÓN ACERCA DEL IMPACTO QUE PROVOCA EN LOS PADRES EL DIAGNÓSTICO DE

TRASTORNO DEL ESPECTRO AUTISTA (TEA)

Andrea Arrieta Iturrieta[1] _________________________________________________________

Recibir un “diagnóstico” siempre provocará un impacto en los padres, y dependiendo del tipo de diagnóstico también crea expectativas en relación a la mejoría de ese hijo. No obstante, en el caso de los diagnósticos asociados a una condición, que por no ser “enfermedad” no habrá “cura” o un desenlace que se pueda predecir, inevitablemente se enfrentarán a diversas etapas emocionales que finalmente los conducirá a la aceptación, no aceptación de la condición de su hijo o a generar una relación doble vincular con el niño, donde los padres a pesar de amar a su hijo y buscar formas de ayudarlo, en el fondo no acepta el diagnóstico, o lo acepta parcialmente.


Cuando un hijo es diagnosticado con Trastorno del Espectro Autista (TEA de aquí en adelante), por lo general lo primero que surge es la “desorientación”, la “angustia” y muchas veces “la culpa”. Las reacciones son múltiples, desde la indiferencia en la espera de que el niño corrija sus conductas a medida que se desarrolle, hasta una búsqueda desesperada de información y de confirmación de dicho preliminar diagnóstico.


No obstante, los tiempos han cambiado, y hoy por hoy es factible realizar un diagnóstico muy certero de TEA a temprana edad, lo que juega absolutamente a favor de un desarrollo acorde a la edad cronológica del niño que permita una mejor inclusión de éste a la sociedad, dependiendo por supuesto del grado de Autismo.


Muchas veces, en esta especie de “parálisis emocional” y en esta búsqueda desesperada de respuestas, se pierden oportunidades fundamentales de ayudar al niño a través de estímulos específicos asociados al TEA, dejando también de lado la importancia de conseguir apoyo para sí mismos, que les permita procesar de mejor manera este impacto, y de este modo tomar decisiones asertivas en pos de mejorar la calidad de vida de todos los integrantes de la familia.


En este sentido, los padres deben aprender a aceptar la condición de su hijo y conjugar esta aceptación con la información que reciban, donde se clarificarán las características de su hijo entendiendo en qué aspectos se debe poner el acento a la hora de intervenir, considerando además la particularidad de la persona.


Como los niños con TEA son personas que comparten ciertos patrones conductuales y emocionales, se tiende a creer erróneamente que “todos las personas con TEA piensan, sienten y actúan igual”. No obstante, esta creencia está muy alejada de la realidad, más aún ahora, en que el Manual Diagnóstico de Enfermedades Mentales DSM-V, contempla como parte del diagnóstico de TEA a personas con Síndrome de Asperger, Trastornos Generalizados del Desarrollo no especificado, Trastorno Desintegrativo Infantil y Trastorno Autista. Estando incluidos todos en una sola categoría diagnóstica de “TEA”, existe una gran brecha entre las particularidades de unos y otros.


Esto quiere decir, que el TEA tiene un amplio abanico de posibilidades, y por tanto obedece a una gran diversidad de características individuales que diferencian a una persona de otra.


Por lo mismo, se hace fundamental que los padres superen esta primera etapa del diagnóstico lo antes posible, y aprendan a no generalizar la información, sino más bien que aprendan a conocer a su hijo y a mirar objetivamente las necesidades de éste para luego ir en busca de lo que “su niño en particular necesita”.


Kanner, 1976, mencionaba que los niños Autistas mostraban “Imposibilidad de establecer desde el mismo comienzo de la vida conexiones ordinarias con las personas y las situaciones”.


El bebé comienza a crecer, y paulatinamente van apareciendo y se van reconociendo los signos que indican que algo está pasando. El niño no se desarrolla a la par con los otros niños de su misma edad, en la mayoría de los casos hay dificultad en hacer contacto visual, haciéndose más evidente al momento en que debe llegar el lenguaje verbal sin que el niño lo logre.


La poca claridad puede llevar a diagnósticos erróneos, por ejemplo, muchos niños con dificultad en la comunicación verbal se diagnostican con un Trastorno del Lenguaje Mixto, lo que carece de fundamento cuando estamos frente a un niño que además suma otras características propias del TEA, como no fijar la mirada, intereses restrictivos, etc.


Así es como también existen grandes diferencias entre un niño con Síndrome de Asperger y un niño con Trastorno Autista, aun presentando patrones emocionales y conductuales similares (intereses restringidos, dificultad en la comunicación y en la flexibilidad). Un niño con Asperger generalmente desarrolla el lenguaje verbal más temprano, a veces incluso antes que la media, y con manejo de amplio vocabulario (aunque no siempre es funcional). Más aún, un niño con Asperger, dependiendo del grado, muchas veces no es diagnosticado hasta avanzada edad o simplemente no es diagnosticado dado que logra desarrollar ciertas habilidades sociales que le permiten insertarse con menor dificultad al medio social.


Cuando los padres logran superar este impacto, y se enfocan en la atención temprana del niño, más allá del diagnóstico, es cuando verdaderamente se está acompañando y guiando al niño hacia un aprendizaje integral.


Los padres deben enfrentar a un niño que funciona con una estructura rutinaria, que se relaciona con objetos, que sufre de obsesiones, que se descompensa, que no logra el autocontrol, etc. Sin duda, no es fácil, ellos necesitan tanto apoyo como el niño.


El diagnóstico de TEA puede llegar a cambiar un sin número de situaciones familiares, hay que reorganizar, hay que aprender a comprender a este niño que no siempre puede verbalizar lo que piensa o siente, y que termina en muchas situaciones en crisis.


Esto, genera ansiedad, desorientación, en algunos casos, mucha frustración. Por lo mismo, es necesario que en la intervención multidisciplinaria se considere también a los padres, apoyarlos con información adecuada y actualizada, ser claros y empáticos, para que puedan aprovechar al máximo el “precioso tiempo”, sin dejar pasar uno, dos o tres años en busca del diagnóstico o confirmación de éste, siendo primordial la aceptación.


Comprender que una persona con TEA presenta una serie de conductas y manifestaciones estereotipadas como consecuencia de un procesamiento cognitivo o sensorial diferente, es primordial, porque esto nos ayuda a entender que ellos no están exentos de sentimientos, dolores, pensamientos, etc. y que todo lo que necesitan es que tanto padres, escuela y la comunidad en general estén coordinados para que lo más temprano posible logren alcanzar los objetivos principales: autonomía, habilidades sociales, inserción en el medio.


La llegada del diagnóstico es secundaria, lo primero es considerar la objetividad de una madre observando a su hijo que se desarrolla a un ritmo diferente que los otros niños. La importancia del diagnóstico tiene que ver con establecer un camino a seguir, pero si los padres se entrampan en puntos ciegos, como por ejemplo, evadir la posibilidad de que el niño pudiera tener una condición diferente, sin duda, existirá un tiempo perdido que es imposible de recuperar. Imposible no porque no se pueda hacer algo, sino porque los niños con TEA al igual que todos los niños con o sin algún tipo de diagnóstico, tienen su mayor potencial de aprendizaje dentro de los primeros años. Además, en el caso de los niños con TEA es indispensable abordar la conducta desde pequeños con el fin de no generar que adquiera el hábito de la crisis en busca de hacer lo que quiere o solucionar un conflicto.


Una vez que los padres aceptan la posibilidad de que su hijo pudiera tener algún tipo de trastorno, se está dando el gran primer paso, el que será la llave maestra para aprender a coexistir con un niño con TEA de manera nutritiva, potenciando al máximo sus capacidades.




[1] Psicóloga Clínica y Educacional. Diplomada en Educación Inclusiva y Diversidad. Diplomada en Investigación en Educación Inclusiva,. Diplomada. Gestión de Instituciones Educativas. Magíster © en Educación Inclusiva Universidad Central de Chile.





¿INTEGRACIÓN? ¿INCLUSIÓN? EL COMPLEJO CAMBIO DE PARADIGMA

Silvia Zúñiga Sántander[1]_____________________________________________________


Ya he perdido la cuenta de las veces que me senté frente al computador para escribir acerca de estos dos conceptos ¿la razón?, inevitablemente me desviaba hacia otros derroteros que me alejaban del tema central (pensaba yo) y formaba círculos cada vez más grandes y más difíciles de manejar.

Pero hace unos días atrás, mientras hacía una actividad doméstica en casa, recordé algo que vi cuando era niña y que de grande fue objeto de conversación con la familia y amigos, incluso fue utilizado a modo de ejemplo en algunas ocasiones más académicas. “Sentí” que era el inicio preciso para abrir el tema de este escrito. Desde mi punto de vista no hay mejor y más simple ejemplo de la vivencia y la convicción de lo que significa integrar e incluir a otro distinto de mí sin priorizar como apellido su diferencia.

Hay en mi familia una adulta con dificultades cognitivas que por nacer en una época bastante más carente de conocimientos al respecto, pasó por una infancia más bien triste en lo que se refiere a juegos y compañía de otros niños, no corría bien, no entendía muy bien las instrucciones así que siempre estuvo más bien marginada de los espacios lúdicos. Pero por el contrario era muy amada por los adultos y aun cuando no intervenía en los juegos, siempre fue un alguien presente. Desde este ejemplo podemos entender un poco lo que definimos como Integración.

Mi mejor ejemplo sin embargo es un familiar nuestro, una mujer que miró más allá y logró ver a esa niña perdida en un mundo lleno de normas que nos llevan a rigidizarnos. Al igual que para todos, fue inscrita en el mismo colegio e inició su enseñanza básica. Su proceso de lecto-escritura no fue fácil, como siempre ha sido, debía responder a los plazos determinados como “esperados” para su edad. Pero la tía fue finalmente quien la llevó por el laberinto de letras que hasta hoy son su forma de expresarse. A través de sus cartas nos ha ido transmitiendo sus sentimientos, disfruta de la lectura, aun cuando para muchos es infantil porque lee libros para niños. El proceso que ambas vivieron es para mí el mejor ejemplo de Inclusión.

Como seres gregarios, al agruparnos e ir construyendo espacios sociales comunes, hemos ido creando también normas de convivencia que aseguren coexistencia- si no en armonía- al menos con cierto balance de cuidado mutuo. Así es como llegamos a un cada vez más largo listado de leyes, normas, reglas, etc., que mantiene un ilusorio equilibrio.

La ley de integración en Chile fue aprobada y decretada en los primeros años de los noventa. Era un primer paso, los jardines y preescolares comenzaron sus preparativos para recibir a estos nuevos integrantes que hasta ese momento no estaban amparados por la ley para recibir una educación igualitaria, salvo que fuera en sus espacios-ghetos donde sus interacciones eran con sus símiles. La más violenta de la reacciones fue la amenaza de los padres de niños llamados normales, de retirar a sus hijos de los establecimientos que los recibieran dado que temían por la seguridad de sus niños frente a los comportamientos agresivos que los otros podrían tener. A estos padres no se les ocurrió conocer acerca de la veracidad de estos argumentos, para ellos “los niños enfermos deberían estar con sus iguales, no con sus hijos sanos”, habrase visto semejante aberración: el querer juntarlos.

Casi 16 años después, se aprueba y decreta la llamada ley de Inclusión. Como sociedad aún no hemos sido capaces de cumplir a cabalidad con los requerimientos sobre los que se fundamenta la ley de Integración, y estamos viendo que no será muy diferente respecto a la Inclusión. Las políticas públicas, especialmente en educación tienen, necesariamente, que estar acompañadas de un proceso de reflexión y toma de conciencia por parte de todos los estamentos y actores de la puesta en escena del mismo.

Este proceso implica un cambio de actitud, el cambio de actitud requiere un cambio del lenguaje, recordemos que la palabra determina el pensamiento y este a su vez define nuestra actuación ante las situaciones. Los cambios son un proceso lento y suelen generar rechazo porque amenazan el orden, cuando el orden es amenazado nos desestructuramos y nos sentimos casi al borde del abismo. No es casual que aun hoy continuamos en la educación y en la psicología utilizando, como referencia de normalidad la Campana de Gauss.



“Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo” (Alexei Tolstoi, escritor soviético.)

En el campo de la psicología el paradigma es un concepto a través del cual concebimos o interpretamos los esquemas y tipos de comportamiento que influyen en el desarrollo de nuestra sociedad y todos sus ámbitos: económico, cultural, intelectual, tecnológico, religioso, etc.; estos paradigmas son incorporados desde las primeras etapas de nuestras vidas y por ende se aceptan como verdaderos sin cuestionamientos ni pruebas de veracidad. Podríamos decir que los paradigmas son nuestro mapa del mundo a través del cual entendemos, percibimos, y procesamos las cosas en el cerebro. Si algo interfiere con nuestro sistema de creencias se activan de manera automática nuestros sistemas de defensa. Los cambios siempre son una amenaza.

Como lo indicamos en el comienzo de este párrafo con el pensamiento de Tolstoi, estamos dispuestos a los cambios, siempre que no sean a mi mundo. La integración y ahora la inclusión, son ideas rupturistas que requieren salir de nuestras zonas de confort. Un verdadero cambio implica cambiar pensamientos y valores. La cuestión entonces es ¿es posible este cambio de paradigma a nivel de sociedad?, no estamos hablando de cambios legales, sino de cambios personales que transformen el status de nuestras creencias y valores, les den otro sentido, reemplazar un modelo por otro.



[1] Estudiante egresada de la Carrera de Psicología de la Universidad Bolivariana.

“Las personas no se resisten a los cambios cuando pueden elegir, las personas se resisten a ser cambiadas” (Michel Basch)

El llamado “efecto paradigma” impide, no sólo avanzar, sino considerar siquiera la posibilidad de cambio. Si nos aferramos a que existe sólo un modo de ver y hacer, enfrentarnos con una alternativa, que además sentimos se nos quiere imponer, indudablemente surge el rechazo y se hace presente la destructiva “parálisis de paradigma”.

La cuestión es, retomando el objetivo principal de este escrito, en una sociedad actual, donde se prioriza el individualismo, se exacerba la exclusión más que la inclusión ¿es dable un cambio profundo de conciencia referido a la integración y la inclusión? Los paradigmas se incorporan y transforman en hábitos a través de la repetición inconsciente y como hábitos adquiridos pueden ser modificados y cambiados. Es un proceso lento y requiere de confianza y fe en lo que se cree, un paso a la vez evita la parálisis paradigmática, si se mantiene en movimiento también pude mover el efecto paradigma.





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